jueves, 15 de julio de 2010

Se le subieron los humos a la cabeza al chef


Se le subieron los humos a la cabeza al chef


Chef René Loyo Cárdenas

Dedicado a ese chef de cuyo nombre no quiero recordar…

La palabra cocinero, tiene su origen en el latín coquus, que significa cocina. Chef es una palabra francesa que significa jefe y se refiere a la persona que ostenta la dirección de una cocina, y que por su ingenio es capaz de satisfacer los paladares más exigentes. Tiene estudios culinarios, conoce y aplica la psicología de grupos, y está en continuo proceso de aprendizaje para la formación del trabajo en equipo y ayuda en la elaboración de los platillos, pero el único responsable del sabor final es el mismo. El apelativo chef puede ser aplicado tanto a hombres como a mujeres.

Pero la realidad muestra una cosa muy distinta para los que quieren ser chef en este país. Los números destacan que la industria de restaurantes presenta un mayor crecimiento en USA, de acuerdo al COR de Nueva York, el 70 por ciento de trabajadores que se ubican en los restaurantes son inmigrantes; trabajan seis días a la semana, laboran más de 12 horas al día; existen salarios por debajo del mínimo, carecen de vacaciones, no cuentan con gastos de seguro medico y esto demuestra que muchos de los dueños tienden a comprometer la salud de los consumidores sirviendo alimentos estropeados debido a un ambiente de suma tensión que se vive al interior de las cocinas. La gran mayoría de los dueños de restaurantes no invierten en la preparación de un chef, en cambio contratan a un sujeto que interiorizado bien el racismo, hace funciones de capataz.

Mientras tanto, en los pasillos de la cocina, se escucha de manera sigilosa la frase: “al chef se le subieron los humos”, y no es una mala frase. Tiene su origen en la antigua Roma, cuando deja de ser Republica y pasa a ser Imperio, provoca el surgimiento de los nuevos ricos sin abolengo. En contraparte las viejas familias (romanas), para distinguirse de los nuevos afortunados, tomaron la costumbre de exhibir los bustos de sus antepasados. Entonces se hizo frecuente que en desfiles y procesiones se cargara con estas cabezas de mármol.

Tanto los nuevos ricos como las viejas familias acostumbraron a poner estas cabezas de mármol en las terrazas y trasladarlas en el lugar donde se realizaban las comidas. Pronto el hollín de los hornos y fogatas comenzaron a dejar sus estragos en esas figuras, y con el tiempo ya habían cambiado y no se les reconocía más por su belleza, y en esa incomodidad los semejaban más a esos nuevos ricos sin abolengo.

Por esta razón, cuando una persona pierde su originalidad e incomoda a los demás se habla de que “al chef se le subieron los humos a la cabeza”, y es verdad que a muchas personas un nuevo puesto de trabajo se les llena de hollín y de humo la cabeza.

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